EL APOSENTO ALTO
Lunes, 15 de febrero de 2010Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera... La paz de Dios
Léase Romanos 8.17-25
-– Romanos 8.18 (RVR)UNA noche, hace catorce años, nuestro ministro me llamó por teléfono para informarme que venía a visitarnos junto a un anciano de la iglesia. Mi esposo estaba visitando a su madre en el hospital, así que estaba preocupada de que algo le hubiera ocurrido en la carretera. Mi esposo estaba bien, pero el ministro nos dijo que nuestro hijo de quince años había fallecido en una carrera de ciclismo de su escuela. Le pedí que me excusara y fui a mi cuarto a orar pidiéndole a Dios fortaleza para sobrellevar mi dolor. Aunque mi mundo se estaba derrumbando, Dios me dio una paz que sobrepasa mi entendimiento.
Cuando volví con el ministro para esperar a que mi esposo regresara, le aseguré que a pesar de mi pérdida estaba contenta de haber tenido a mi hijo por quince años. Aun hoy recibo consuelo al saber que mi hijo está eternamente arrullado por el amor de Dios. Desde la muerte de mi hijo, vivo cada día como si fuera el último. Le digo a mis seres queridos a menudo que los amo y los aprecio. Más importante aún, alabo al Señor porque nos ha ofrecido seguridad eterna bajo su cuidado.
Sra. Ria du Toit (Gauteng, Suráfrica)
Oración:
Gracias, Señor, por tu cuidado. Gracias porque podemos entregar a nuestros seres queridos a tu amor. Amén.
Por más valiosa que sea esta vida, no se compara con la vida celestial.
OREMOS:
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