jueves, 17 de febrero de 2011

Jamon con huevos

PENSAMIENTOS DESDE EL CORAZÓN DEL PADRE

 

 "Jamón con huevos"

En un campo se reunieron los animales y disertaron como podrían agasajar al señor de la tierra que vendría pronto a visitarlos. Unos decían de una manera y otros de otra, hasta que la gallina dijo:-- "Ya sé, le prepararemos un lindo desayuno de jamón con huevos"—"¡Que va!"—Respondió el cerdo—Eso para ti es fácil, es solo una ofrenda, pero para mí significaría un sacrificio"—
Dios juzga de diferente manera al hombre dependiendo cuanto de su personalidad esta comprometida. Cuando Jesús miraba a la gente dar sus ofrendas para Dios en el templo, así juzgaba, no por la cantidad, sino por lo que representaba para las personas.
En el caso de la viuda pobre, representaba su vida entera porque ella no tenía ni para comprar comida.*
Cuando aplicamos esto no solo en lo material, nos damos cuenta el valor real que cada uno entrega a Dios. Muchas veces es más fácil entregar lo que no se tiene.
Le decimos al Señor—"Si me das esto o aquello te lo entrego de vuelta"--, pero cuando lo tenemos somos como dos amigos que uno le pregunta al otro—"Oye Juan: ¿Tu me aprecias?--" "Claro, por supuesto"--, responde Juan-- "Si necesitara algo, ¿Tu me lo darías?" —Pregunta otra vez— "Por supuesto, eres mi amigo, ¿no?"--, responde Juan—"Si tu ganaras 5 millones en el loto, ¿me darías la mitad?"—"Por supuesto", responde Juan.-- "Y si te sacaras 2 millones, ¿me darías un millón?"--, ¡Claro que si!--, Contesta, pasa un minuto y le vuelve a preguntar—"Juan, ¿Si tuvieras dos cerdos, me darías uno?"—"¡Ah, no!--" contesta Juan,--"¡Tu sabes que yo tengo dos cerdos"!—
Así es el ser humano, entrega más fácil lo que no le cuesta.
Cuando era pequeña mi mamá tenía empleada a una señora que la ayudaba en los quehaceres de la casa. Esta señora era muy humilde y vivía en un barrio de casas precarias. Ella era una excelente mujer.
El ambiente de ese barrio estaba plagado de mal vivientes. Siempre se escuchaban discusiones y era frecuente oír los disparos de armas por la noche y oír a los borrachos peleándose.
Un día, esta mujer, encontró en ese lugar en la calle a un niño desamparado, lleno de hambre, y entonces le preguntó:--"¿Y tus padres donde están?"--, "No sé," dijo el niño, "Se pelearon, se fueron y me dejaron solo hace varios días".
Esta mujer hizo pasar a este niño en su humilde casa y le dió de comer mientras se preguntaba a sí misma--: "¿Qué hago yo con este niño?--, Mi casa es pequeña y ya tengo otros hijos"--, pero su corazón se conmovió por el pequeño y lo adoptó. Con el tiempo este niño aceptó al Señor y comenzó a estudiar una carrera y trabajar para costearse los estudios.
Mientras servía al Señor en la iglesia conoció a otro muchacho de su misma edad, este era de buena familia, con amorosos padres y de buena posición social pero con una mala relación con ellos y siempre se quejaba de su suerte. El no tenía necesidad de trabajar pero a duras penas terminó su carrera.
Los dos servían a Dios en la iglesia, los dos a veces llegaban tarde a los servicios, uno porque no le daba el tiempo después de trabajar y estudiar, y el otro por pasar demasiado tiempo con sus amigos. Uno le ofrecía a Dios lo que le costaba, en amor y agradecimiento, el otro solo le ofrecía lo que le sobraba.
Ustedes pueden contestar lo que cada uno le ofreció a Dios. ¿Quién puso el huevo y quién puso el jamón? El Padre Celestial nos pesa con balanza precisa. El pesa el alma y el corazón y conoce nuestras motivaciones y el real esfuerzo que nos cuesta hacer el bien y así servir a Dios en nuestras vidas.
*San Lucas 21:


 


Pedro: el sediento de Dios



No hay comentarios:

Publicar un comentario