domingo, 30 de mayo de 2010

Lágrimas compartidas

EL APOSENTO ALTO

Domingo, 30 de mayo de 2010
Lágrimas compartidas

Léase Juan 11.32-44

Jesús lloró.
-– Juan 11.35 (RVR)

CUANDO Miguel, mi hijo de 21 años, murió en un accidente de auto, el dolor nos consumió. Después de su muerte, estuvimos rodeados de familiares y amistades que procuraban consolarnos. Sabíamos que sus esfuerzos eran sinceros y con la mejor intención. Algunos comentarios fueron consoladores, otros fueron dolorosos. Al escuchar: «Él está en un mejor lugar» o «Dios quería que regresara a casa» nos ayudaron poco.

Jesús le dijo a los discípulos que Lázaro estaba muerto y que resucitaría. Si Jesús ya sabía que iba a resucitar, ¿por qué lloró? Pienso que lloraba con aquellos que lloraban porque los amaba, porque estaba triste por la angustia de María.

Las personas que sufren saben que el llorar ofrece alivio y que las lágrimas son un regalo de la gracia de Dios. Recibimos el más poderoso apoyo de las personas que, sin palabras, simplemente lloran con nosotros. Frente a una tragedia, vimos la profundidad de su amor tanto por Miguel como por nosotros. Las palabras tienen su lugar, pero es más poderoso compartir el dolor de otras personas. Cuando hacemos esto, encarnamos la gracia de Dios para quienes sufren.

Sr. Bill Chadwick (Virginia, EUA)

Oración:

Dios celestial, ayúdanos a romper barreras y a mostrar nuestros corazones a quienes amamos. Amén.
PENSAMIENTO PARA EL DÍA

Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran


OREMOS:

Por quienes lloran la muerte de un/a hijo/a.


 



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