lunes, 16 de agosto de 2010

] CUANDO YO ME VAYA

 



CUANDO YO ME VAYA
 
Cuando yo me vaya, no quiero que llores, quédate en silencio, sin decir palabras, y vive recuerdos, reconforta el alma.
 
Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo; por algo me he ido.  Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy fino, búscame en mi casa,
búscame en mis libros, búscame en mis cartas, y entre los papeles que he escrito apurado.  Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco y puedes usar todos mis zapatos.
 
Te presto mi cuarto, mi almohada, mi cama, y cuando haga frío, ponte mis bufandas. Te puedes comer todo el chocolate y beberte el vino que dejé guardado.  Escucha ese tema que a mí me gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas.

Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima, corre hacia el espacio, libera tu alma, palpa la poesía, la música, el canto y deja que el viento juegue con tu cara.  Besa bien la tierra, toma toda el agua y aprende el idioma vivo de los pájaros.
 
Si me extrañas mucho, disimula el acto, búscame en los niños, el café, la radio y en el sitio ése donde me ocultaba. No pronuncies nunca la palabra muerte. A veces es más triste vivir olvidado que morir mil veces y ser recordado.
 
Cuando yo me duerma, no me lleves flores a una tumba amarga, grita con la fuerza de toda tu entraña que el mundo está vivo y sigue su marcha.  La llama encendida no se va a apagar
por el simple hecho de que no esté más.  Los hombres que "viven" no se mueren nunca, se duermen de a ratos, de a ratos pequeños, y el sueño infinito es sólo una excusa.

Cuando yo me vaya, extiende tu mano, y estarás conmigo sellada en contacto, y aunque no me veas, y aunque no me palpes, sabrás que por siempre estaré a tu lado.  Entonces, un día, sonriente y vibrante, sabrás que volví para no marcharme.
 
Carlos Alberto Boaglio   
Argentino
Tomado de su libro: "En voz baja"
www.carlosboaglio.com.ar
 
NO TE MUERAS CON TUS MUERTOS
 
Con el religioso respeto con que se ingresa a un templo; con la cálida ternura con que se acaricia a un niño; y con la cuidadosa delicadeza con que se cura una herida, me acerco a ti, que estás de duelo y sufres el desgarrón de la despedida, provocado por la muerte, para entregarte estas simples palabras.
 
Acepta que ante la muerte, quedas desconcertado como un niño.  Tu propia muerte te asusta, y la muerte de tus seres queridos te duele.  No voy a escribir una sola palabra para superar tu miedo o suprimir tu dolor, porque no tengo esa palabra mágica.  Tú verás cómo enfrentar tu propia muerte.  Yo sólo quisiera compartir contigo algunas cosas simples, para que te duelas sanamente y hagas tu dolor más llevadero, ante la muerte de los tuyos.  
 
Es sano que te duelas a causa de tus muertos, que te deprimas un tanto y un tiempo, pero no que no puedas vivir, que te dejes morir porque murió tu madre o tu padre, tu hermano, tu esposo o tu esposa, tu hijo o tu amigo.
 
Yo quisiera ayudarte, si me es posible y si tú quieres, a que sufras sanamente, para seguir viviendo; porque he visto a muchos morirse con sus muertos.  Riégalos escribiendo con tus lágrimas, llénalos escribiendo lo tuyo, lo que pienses y lo que sientas, tus protestas, tu dolor, tus enojos y tus rebeldías, y en su momento, también tu aceptación y tu alegría.
 
Te amé y te amo, por eso tu partida me hace sentir tu ausencia y te recuerdo con dolor y pena.  Acepto tu derecho de partir a tu hora y sin mi consentimiento.  Acepto mi dolor al extrañarte y este enojo inexplicable, porque al partir me abandonaste.
 
Te extraño y me parece imposible poder vivir sin tu presencia.  Porque te amé, llegué a necesitarte, y ahora quiera aprender a amarte sin necesitar tenerte a mi lado; quiero que mi amor no muera, sino que madure y crezca, y aunque sienta que te necesito, sé que no te necesito porque mi vida tiene su autonomía y su propia consistencia tan claramente como sé que viví antes de conocerte y que podré vivir cuando ya no te tengo.
Si decidiste partir, aquí estoy para despedirte: nada ganaría con empecinarme en no creer que te fuiste.  Me siento con derecho y con obligación de seguir mi vida.  No quiero morir contigo porque tú no ganarías nada, y no te mostraría con eso el amor que te he tenido sino cuánto te he necesitado. 
 
Hoy te lloro triste y apenado, angustiado y deprimido, y me lo permito así porque así lo siento, pero y aunque cueste decírtelo, sé que mañana, muy pronto, volveré a vivir el gozo de la vida llevando conmigo tu recuerdo y también tu compañía. 
 
Mientras te digo todo esto, me parece imposible que te hayas ido y busco inútilmente explicaciones.  Mejor, acepto la realidad y te despido.
 
René J. Trossero   
Argentino
Tomado de su libro: "No te mueras con tus muertos"
 
; 
 
  


.


No hay comentarios:

Publicar un comentario