Pedro: el sediento de Dios
ACTITUDES DE UN VALIENTE
Admitir que te equivocaste.
RECUERDA QUE...
Hay tristezas que son como las cascadas de los ríos, se deslizan suaves y bajan por tu vida sin detenerse ante los obstáculos, para luego desembocar en las playas de tu futura alegría.
Deseo recordarte que siempre habrá una fuente abierta y la abundante lluvia te hará mantener en tu pensamiento lo importante que eres para Dios, lo intenso que te ama y lo fuerte que te abraza para jamás dejarte. Eres la razón de su llegada al mundo. Eres la sonrisa que acaricia sus labios desde ahora y para siempre.
Siempre que tiendas a juzgarte, haz un alto en tus pensamientos y alaba a Dios por lo que sí te dio para que adornes todo lugar en el cual estés. Mantén presente que Dios maneja tu dolor en una forma perfecta, como sólo un Padre Santo lo puede hacer.
NO OLVIDES QUE...
Estar vivo es uno de los regalos más hermosos que podrás mantener tanto en tu espíritu, como en tu alma y en la eterna juventud. Por eso manifiesta tu viveza en todo lo que haces, ríe como si fuera la última vez, sueña como los niños y haz de ti un ser humano que vive y deja vivir.
Autor Desconocido 
¿QUÉ SUCEDE CUANDO ORAS POR OTRA PERSONA?
Ablandas tu relación hacia ella, limpias tu corazón de ese veneno del rencor y sin que la otra persona sepa cómo ni porqué, va reaccionando poco a poco de la misma manera. Percibe que el veneno de su alma se va, que su corazón se ablanda y sus sentimientos hacia ti empiezan a cambiar de amargos en dulces.
Es una ley que funciona. Es cierto que cuesta, porque si alguien te ha hecho una ofensa grave, no es fácil que ores por ella, pero hay que pagar ese precio. Si este precio te resulta muy alto y prefieres seguir enojado y lleno de rencor, pagarás un precio mucho mayor. Te amargarás la vida y nada lograrás. La situación seguirá igual o peor.
Está demostrado que el perdonar de corazón es una terapia maravillosa. Así como el odiar es un veneno que amarga la vida, que la acorta. Por desgracia hay muchas personas que pasan años llenos de rencor, que no se dirigen la palabra, que no pueden verse ni en pintura. No saben cuánto daño se hacen a sí mismas, cómo se amargan la existencia, cuando con un poco de oración por la otra persona se curarían los dos.
Autor Desconocido 
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