lunes, 29 de noviembre de 2010

O robo un banco o me suicido


O ROBO UN BANCO, O ME SUICIDO
 
Serio, callado, con gruesos anteojos oscuros, el hombre se acercó a la ventanilla. Las operaciones del banco transcurrían normalmente. Cuando al hombre le tocó su turno, le pasó una nota al cajero:
-    "Esto es un asalto", -decía la nota-.  "Entrégueme todo el dinero que tenga".
 
El cajero le pasó 980 dólares, que era todo lo que tenía en la caja.  El hombre dio media vuelta y luego se detuvo, como confundido.  Era ciego, y sin su bastón en la mano no sabía dar un paso.  Cuando lo arrestaron y lo llevaron a la policía, declaró:
-    Estoy al borde de un colapso. O robo un banco, o me suicido.

Este fue un caso como para telenovela, ocurrido en San Francisco, California.  Roberto Dunbar había quedado ciego hacía cuatro años.  Vivía de lo que recibía del Seguro Social, pero alguien le había robado su pensión de ese mes, de modo que llevaba varios días sin comer, y no tenía parientes ni amigos.  Por eso, en medio de un panorama sumamente oscuro, tomó la decisión de asaltar un banco.

La ceguera es una triste circunstancia, pero más triste aún es el hecho de que un ciego tenga que cometer un delito porque le han robado la pequeña pensión que le da el gobierno.  Es como una denuncia contra toda la humanidad, denuncia de un crimen social que nunca debió haber ocurrido.

Lo cierto es que Roberto Dunbar vivía en tinieblas.  Además de la oscuridad que tenía en los ojos, tenía también el alma sumida en tinieblas.  Los ojos de este hombre, y los de muchos como él, quizá nunca perciban de nuevo la luz del día, pero la luz espiritual puede encenderse en toda alma. 
 
Jesucristo dijo:
-    Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Hay muchas personas que no tienen la luz de los ojos, pero han hallado una luz mil veces más resplandeciente que la luz del sol. Son los que han encontrado la paz y el gozo que da Jesucristo.  Sin percibir el color de las flores, ven el color de la esperanza. Sin ver la luz del sol, ven con el alma la luz de la gracia salvadora de Cristo. Sin poder contemplar el rostro de los amados, ven con los ojos del espíritu el rostro amable y compasivo de Jesucristo, porque Él es realmente la luz del mundo.
 
Hermano Pablo   
 
LA DEMORA DE DIOS NO ES UNA NEGATIVA

Dios responde todas las oraciones, aunque no siempre de la manera esperada. Rara vez Dios tiene prisa o está apurado, lo cual se ve en su Creación: demora en hacer un bebé, una flor, un árbol o un atardecer, o incluso una brizna de hierba.
 
No se puede apurar a Dios.  Hay que aguardar a que llegue el momento determinado por Dios.  A veces Dios demora la respuesta a una oración hasta que hayas aprendido algo que Él quiera enseñarte.  O a veces espera hasta que se produzcan las condiciones propicias para el resultado que quiere lograr.

En ciertos casos, tal vez transcurran años hasta que sepas por qué Dios no respondió del modo que esperabas, o cuando se lo pediste, pero el día llegará, y sabrás que Dios actuó acertadamente.  La oscuridad más densa es antes del amanecer, la más profunda desesperanza ataca justo antes de ser rescatado. Por eso, no dudes ni por un instante de que Dios te contestará. Ya verás que lo hace.  Confía en Él y dale gracias por la respuesta, aunque no la veas de inmediato.  Después te alegrarás de haber confiado en Él.  La demora de Dios no es una negativa.
 
Autor Desconocido   
 
PLEGARIA DIARIA
 
    Señor:  Tengo ansias de seguirte; Alárgame tu mano y no me dejes.
    Señor:  Estoy triste y huérfano; Déjame reclinar mis sienes en tu Corazón Divino.
   
Señor:  No se hablar contigo; Enséñame a orar y pon un poco de miel en mi oración para no dejarla.
   
Señor:  El camino de mi vida esta sembrado de espinas; Enséñame a caminar con valor y paciencia.
   
Señor:  No tengo amigos que me acompañen; Deja que yo te llame mi Amigo.
   
Señor:  Soy un gran pecador; Dame un arrepentimiento sincero y el ósculo de Paz.
   
Señor:  Tengo miedo de perder mi alma; Aprisiónala en tu Corazón amante.
   
Señor:  Tengo parientes y amigos que están pobres y necesitados de tu gracia; Dame para ellos una limosna.
   
Señor:  Tengo compasión de las almas del purgatorio; Dame también para ellas un consuelo.
   
"Señor, no permitas que me quede donde estoy. Ayúdame a llegar donde Tú quieres".
 
Adiós, Señor, mañana volveré a importunarte y seguiré hasta que me abras las puertas del cielo para gozarte y amarte eternamente.
 
Amén   

 Pedro: el sediento de Dios



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