domingo, 19 de diciembre de 2010

EL VERDADERO VALOR DE LAS COSAS

 



EL VERDADERO VALOR DE LAS COSAS
 
Sólo faltaban cinco días para la Navidad.   Aún no me había atrapado el espíritu de estas fiestas.   Los estacionamientos llenos, y dentro de las tiendas el caos era mayor.  No se podía ni caminar por los pasillos. ¿Por qué vine hoy? Me pregunté.  Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza.  En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabía que si no les compraba algo se resentirían.  Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras.  Escogí la más corta, calculé que serían por lo menos 20 minutos de espera.
 
Frente a mí había dos niños, un niño de 10 años y su hermana de 5 años.  Él estaba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, a lo mejor 3 tallas más grande.  Los jeans le quedaban cortos.  Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados.  Su hermana lucía como él, sólo que su pelo estaba enredado.  Ella llevaba un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes.
 
Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos.  Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un tesoro.  La cajera les entregó el recibo y dijo:
-    Son $6.09. 
 
El niño le entregó sus billetes arrugados y empezó a rebuscarse los bolsillos. 
-    Finalmente contó $3.12 y dijo:
-    Bueno, pienso que tendremos que devolverlos, volveremos otro día y los compraremos.
 
Ante esto la niña hizo un puchero en su rostro y dijo:
-    "Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos". 
-    Volveremos a casa, trabajaremos un poco más y regresaremos por ellos.  No llores, vamos a volver.
 
Sin tardar, yo le completé los tres pesos que faltaban a la cajera.  Ellos habían estado esperando en la cola por largo tiempo y después de todo era Navidad.   En eso un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo:
-    "Muchas gracias señora".
 
Aproveché la oportunidad para preguntarle qué había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos.  Y la niña con sus grandes ojos redondos me respondió:
-    "Mi mamá está enferma y yéndose al cielo.   Mi papá nos dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús.   Mi maestra dice que las calles del cielo son de oro reluciente, tal como estos zapatos.  ¡Creo que mi mamá se verá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos!.  ¿No lo cree usted? 
 
Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante:
-    Por supuesto que sí, le respondí. 
 
Y en silencio le di gracias a Dios por usar a estos niños para hacerme recordar el verdadero valor de las cosas.
 
Autor Desconocido   
 
    SI BUSCAS A DIOS, HOY LO ENCONTRARÁS

    Si tienes tinieblas, encuentra tu lámpara.  La Navidad es luz.
    Si tienes errores, reflexiona.  La Navidad es Verdad.
    Si tienes enemigos, reconcíliate.  La Navidad es paz.
    Si tienes tristeza, alégrate.  La Navidad es goce.
    Si tienes pecados, conviértete.  La Navidad es gracia.
    Si tienes odio, olvídalo.  La Navidad es amar.
    Si tienes amigos, búscalos.  La Navidad es encuentro.
    Si tienes felicidad, compártela.  La Navidad es darse.
    Si tienes deudas, págalas.  La Navidad es justicia.
    Si tienes soberbia, sepúltala.  La Navidad es humildad.
    Si tienes pobres a tu lado, ayúdalos.  La Navidad es paz.
     Si no tienes a Dios, hoy lo encontrarás en cada persona, pues el Niño Jesús quiere nacer hoy en ti.
 
Autor Desconocido   
 
    HOY HE DECIDIDO
 
Hoy he decidido creerle a Dios.  He decidido ser feliz, dejar las cargas que he llevado por tanto tiempo y que me han robado la paz interior.  Hoy, voy a entregárselas a Dios.  Dejaré de ser esclavo de mis pensamientos negativos y reposaré en su sabiduría y soberanía, porque todo lo que Él elija para mi vida, es de bendición.  Hoy renuncio a mi yo encadenado, porque es camino equivocado.
 
Disfrutaré de lo que tengo y no añoraré con envidia lo que no tengo.  Me gozaré en las pequeñas cosas que no he disfrutado por seguir al mundo que me obliga a correr sin descanso.  Sé que no hay nada imposible para Dios.  Por eso he decidido abandonarme en su presencia.  Para mi ayer, reposaré en el perdón.  Para mi mañana, en la confianza.  Y en este día sólo diré: He decidido creerle a Dios, y entregarle las cargas que me han robado la paz interior.
 
Autor Desconocido   
 Escucha está alabanza  Oye Amigo mio
 
 
 

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