miércoles, 16 de junio de 2010

El milagro del perdón

EL MILAGRO DEL PERDÓN

Crecer no es una tarea sencilla.  Avances, retrocesos, desilusiones, esperanzas y mucho dolor acompañan el proceso vital del hombre en este mundo, proceso cuyo sentido último es el de la evolución del espíritu.  En este trayecto forzosamente existirán personas que nos lastimen, que nos nieguen aquello que deseamos, que no nos comprendan o incluso que nos traicionen.

Se trate de una herida emocional que nos hayan provocado nuestros padres, de alguien que nos ha olvidado o de un amigo que no ha sabido actuar con lealtad.  Todos hemos sufrido alguna vez por causa de otra persona.  ¿Qué sentimos por esa persona que nos dañó?  ¿Intentamos alguna vez comprender porqué actuó de ese modo? ¿Somos capaces de olvidar la ofensa sufrida? ¿Sabemos perdonar?

Cuando las cicatrices no logran cerrarse y el rencor continúa anidando en nuestro espíritu, la energía actúa como un veneno.  Muchas de nuestras enfermedades se deben a la ira permanente, a los pensamientos de venganza y destrucción que ocupan nuestra mente.  También muchos de nuestros fracasos nacen en este aferrarse a dolores pasados porque allí donde existe el resentimiento difícilmente pueda florecer una actitud positiva hacia los demás.  Por eso, para curarnos debemos perdonar; perdonar a quien nos olvidó, a quien nos agredió, a quien destruyó lo que amábamos.  
 
La venganza es el arma más despreciable de la tierra, porque al hacer un mal, nos colocamos por debajo de nuestro enemigo y nos ponemos a su misma altura.  Pero, al perdonar el mal que nos han hecho nos colocamos por encima de él.  No hay venganza tan completa como el perdón.  El hombre que perdona paga un precio tremendo, el precio del mal que perdona.  Perdonar es renunciar al derecho de devolver la agresión.  No pierdas el tiempo tratando de vengarte.  El deseo de venganza trae al cuerpo y al alma grandes males.  Acaba con nuestra salud y paz interior, agota el cerebro, debilita el sistema nervioso, desfigura el rostro, acorta nuestra existencia y nos envejece antes de tiempo. 
 
Es mejor elegir estar en paz que tener razón. Aferrarnos al enojo o creer que los demás siempre están equivocados no nos permite tener paz mental. El primer paso es la disposición a perdonar. Cuando reconocemos que guardar pensamientos de venganza es algo que nos hace sufrir, nos resulta más fácil tener deseos de perdonar y de olvidar el rencor pasado. La paz establece un equilibrio entre los seres humanos, en sus relaciones y hacia su entorno.   Un factor indispensable para cultivar la paz es la humildad.  La humildad hace que nos volvamos más confiables, adaptables y flexibles.  Otro aspecto fundamental para lograr y mantener la paz es la tolerancia.  Ella abre espacios en el corazón para que quepan más amigos.  La tolerancia no nos quita nada, por el contrario, fortalece nuestro interior.  Recordemos un viejo adagio que dice: "siembra vientos y cosecharás tempestades". 

Sepamos que aunque perdonemos, la otra persona no necesariamente cambiará. Sólo se trata de modificar nuestros pensamientos y actitudes.  Perdonar no significa que se tenga que coincidir con la conducta del otro.  Pensar en el presente es bueno para curar las heridas emocionales.  Si tú estás enojado por algo que ocurrió en el pasado, pregúntate para qué te sirve el enojo hoy en día. Si no está mejorando tu vida, no te detengas en la cólera. El no perdonar nos llena de rencor y de resentimientos, no dejes que eso ocurra. 
 
El perdón no es un sentimiento, es una elección.  Es una actividad de la voluntad. 
 
    Perdonar requiere práctica. Hay que tomar la decisión, tener el deseo y asumir el compromiso.
    Perdonar es reconocer que también tú necesitas ser perdonado, que en este mundo nadie está libre de errores.
    Perdonar es recordar únicamente lo positivo de la otra persona, saber que no hay gente mala, sino personas que se equivocan.
    Perdonar es comprender que el rencor sólo te daña a ti, que nadie está en este mundo para satisfacer tus deseos.
    Perdonar es reconocer que el otro no desea tu mal, sino que la otra persona, como tú, busca lo suyo.
    Perdonar es soltar la cadena que te une al pasado, liberarte de una carga, ir más ligero por la vida, 
 
 
ORACIÓN DEL PERDÓN
 
Señor Jesús, hoy te pido la gracia de poder perdonar a todos los que me han ofendido en mi vida.  Sé que Tú me darás la fuerza para perdonar.  Te doy gracias porque Tú me amas y deseas mi felicidad más que yo mismo.  Te pido que perdones todos mis pecados y faltas, todo lo que es malo en mí y todo lo que pienso que es malo. Quiero que me sanes de cualquier ira, amargura y resentimiento hacia los que me han traicionado.
 
Señor Jesús, perdono a mis amigos que me han decepcionado, a los que no estaban disponibles cuando necesitaba su ayuda, a los que les presté dinero y no me lo devolvieron, y a los que me criticaron.  Pero especialmente Señor, te pido la gracia de perdonar a esa persona que más me ha herido en la vida. Pido perdonar a mi peor enemigo, a la persona que más me cuesta perdonar, a la persona que haya dicho que nunca la perdonaría.
 
"Gracias Señor Jesús, porque me estás liberando del mal de no perdonar y pido perdón a todos aquellos a los que yo también he ofendido.



 



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